Los casos de síndrome del dolor inguinal, por lo visto, son complicados de poner un punto y final. Lo desconocía por completo.
Recuerdo muy bien cuando vino a verme Teresa. Una señora de 55 años que andaba de un lado a otro visitando y buscando una solución definitiva a sus dolores en la zona inguinal.
En esa época me dedicaba a entrenamientos personales en 2 quizás 3 perfiles de clientes muy concretos.
Uno, para la pérdida de peso.
Dos, para estar más fuerte.
Tres, personas con dolor de espalda.
Los 2 primeros eran cada vez menos y se concentraban principalmente las personas con dolor de espalda.
Aquí con el trabajo de ejercicios de movilización miofascial inducidas por el movimiento funcionaba de maravilla.
Hasta que llegó Teresa.
Al seguir con la misma lógica de trabajo planteada hasta el momento, pensé que iba a ser todo igual.
Vendrá a la sesión con sus desajustes en las cadenas miofasciales y las identificaré y aplicaré los ejercicios correctivos y con ello, en 4 o cinco sesiones, estupendo.
La cuestión es que en ese primer caso de síndrome del dolor inguinal, no fue así.
Salía mejor de lo que había llegado en cada sesión, pero no era suficiente como para mantener esa mejoría más allá de tres o 4 días.
Hasta que un día le pedí que me enseñara la suela de sus zapatos. Nunca se me va a olvidar su cara de
“¿Qué me acaba de decir?
¿Que me quite los zapatos?”
Zapatos en manos, me detengo a mirar el desgaste asimétrico de las zona posterior interna y media y externa, para constatar efectivamente que todo el peso de su cuerpo no se repartía de manera igual en sus talones.
Más concretamente en la esquina posterior interna derecha, tenía la suela muy muy muy desgastada y chafada, mientras que la izquierda ese desgaste era justo en el medio.
De ahí le pido que se ponga a andar y pude ver cómo ese desajuste en su caminar era el verdadero causante de todos sus males inguinales.
Por más que fuera de medico a medico, fisio a fisio, clase a clase y entrenador a entrenador, hasta que no integrara una forma de caminar distinta esas cargas seguirían recayendo ahí una y otra vez y paso a paso.
Analizar la repercusión de cada paso que daba en el “re-desajuste” que causaba fue clave para diseñar e integrar una serie de estímulos y ejercicios que le hicieron llevar consigo y encima algo imposible de dejarlo…el caminar.
Pues bien.
Me muero de ganas de compartir este y otros casos de cómo podemos incorporar una serie de conocimientos en nuestras sesiones que nos permitirán ayudar de verdad a nuestros clientes.
Es más…cuando te pregunten ¿Qué puedo hacer cuando no venga a la sesión contigo?, podrás decir, “Andar…pero como yo te voy a enseñar que andes.”
He preparado este Workshop de 3 horas para el próximo 03 de junio.
>>> Mira toda la información aquí
Claro está que podrás seguir haciendo lo que estás haciendo, pero también puedes conocer ver otra forma de ver las cosas que te lleven a otros caminos. Para ello solo debes dar unos cuantos pasos en la dirección correcta y de la forma correcta.
Espero verte caminando, o no, en el próximo Workshop Caminando hacia el equilibrio miofascial.
Un abrazo fascial,
Leandro.